Como si el tiempo no hubiera pasado... Se abre el telón de un viejo escenario con una luz oscura casi sepulcral, donde aparece aquel recuerdo de un abuelo con pasos lentos, su rostro avejentado con el alma colmada de muchas expresiones. Sus ojos entornados y sensibles se acompañaban de una voz inconfundible en el olvido, que resonaba cada vez que nos hacía sonreír o llorar... Jugando eternamente con el espectador, soñando que ese abuelo dulce y querible estaba en algún rincón de nuestras vidas.
Claro que, lejos estaba de aquel buen niño que nació en el barrio del Abasto, un 15 de febrero de 1921. Marcos Zucker tenía una familia polaca de pocos recursos compuesta por su madre, padre y sus nueve hermanos.
Pero pronto su sueño se hizo realidad para quien con profunda emoción decía que en su hogar se vivía con la lágrima a flor de piel, tanto que hasta las alegrías se lloraban. A los 6 años se integró al elenco de la Rosa de Oro, obra de Arturo Capdevila, donde interpretó al Rey de los Enanos. Y como si un hada madrina lo tocara con una varita mágica, a partir de ese momento y por más de siete décadas permaneció en el cine, el teatro y la televisión de Argentina y de otros países de Latinoamérica. Cantando tangos, especialmente "Garufa" al "vesre", técnica que dominaba a la perfección. A partir de allí inicia su carrera actoral en diversas compañías.
Marcos Zucker
Conmemoramos a este actor en películas como: Gallito ciego (2000), Ángel, la diva y yo (1999), El mar de Lucas (1999), Vendado y frío (1999), El verso (1995). En los años ochenta realizó Los insomnes (1984), Un loco en acción (1983), Diablito de barrio (1983), Más allá de la aventura (1980), Gran valor (1980), Tiro al aire (1980), Departamento compartido (1980), Así no hay cama que aguante (1980). En el setenta filmó Hotel de señoritas (1979), El divorcio está de moda (de común acuerdo) (1978), Don Carmelo II Capo (1976), La isla de los dibujos (1976), Mi novia el... (1975), Seguro de castidad (1974), Los caballeros de la cama redonda (1973), Vení conmigo (1972), Todos los pecados del mundo (1972), Siempre te amaré (1971).
En los años sesenta actuó en variadas películas como: Turismo de carretera (1968), Crimen sin olvido (1968), Flor de piolas (1967), Hotel alojamiento (1966), La gran felicidad (no estrenada comercialmente - 1966), Convención de vagabundos (1965), Viaje de una noche de verano (1965), La cigarra no es un bicho (1963), El rufián (1961), La maestra enamorada (1961), Vacaciones en la Argentina (1960), El crack (1960).
Cerca de sus comienzos están estos testimonios fílmicos: Violencia en la ciudad (1957), El sonámbulo que quería dormir (1956), Amor a primera vista (1956), Canario rojo (1955), Su seguro servidor (1954), Soy del tiempo de Gardel (1954), ¡Qué noche de casamiento! (1953), Las tres claves (1953), La pícara cenicienta (1951), Ritmo, sal y pimienta (1951), Escuela de campeones (1950), Mary tuvo la culpa (1950), Otra cosa es con guitarra (1949), Yo no elegí mi vida (1949), La otra y yo (1949), El barco sale a las diez (1948), Estrellita (1947), Lucrecia Borgia (1947), Corazón (1947), Se rematan ilusiones (1944), Los hijos artificiales (1943), Juvenilia (1943), Nosotros... los muchachos (1940), El casamiento de Chichilo (1938). Este actor de múltiples generaciones también participó en el teatro con "La República de la Boca" a fines de la década del 20.
Marcos Zucker con Norma Aleandro
En su carrera no olvidó la televisión, con algunas comedias como: Cinemaspesos (1959-1963), Eso que llaman Historia (1960), Teleclub de Astros (1961), Telemasrrisas (1961), Señorita Medianoche (1963), Operación Ja, Ja, Ja (1964-1967), Las Tres caras de Malvina (1965), Un verano con Olmedo (1965), 5to. Año Nacional (1966), El Chupete (1973-1975), Calabromas (1980), Supermingo (1987-1988), y Los machos (no tan machos) (1994); y en la tira De Corazón, Compromiso y Son de Diez.
Es importante para destacar que sus actuaciones tuvieron casi siempre papeles menores en la pantalla chica, pero igualmente poseía una fortuna propia innata para realizar humor con personajes a los que sabía dotar de profunda ternura, como el ingenuo jubilado polaco que creó en 1982 para el programa cómico La tuerca, al igual que en El Contra, de Juan Carlos Calabró.
Marcos Zucker nos contaba con orgullo que era cierto que nunca había estudiado y tampoco tenía alma de docente. Tenía como valor absoluto que el teatro se lleva adentro y las cosas se aprenden sin que nadie te diga nada: "Ningún maestro te puede enseñar el fuego que llevas en tu interior. Pero ¡ojo!, cuando hacía mis pequeños papelitos al lado de tipos enormes como Parravicini, Pepe Arias o Arata, yo los miraba y luego le imitaba sus principales gestos y cuando llegaba a mi casa los practicaba". El actor definió así su intensa actividad en una entrevista: "Me resulta imposible imaginar una vida sin teatro. Si naciera de nuevo haría de mi vida la misma puesta en escena y si el teatro no existiera, lo inventaría".
Como un auto viejo, en los últimos años dejó de andar por los escenarios y los estudios de grabación, pero alguien no lo olvidó y en 1997 lo distinguieron con el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, otorgado por el Concejo Deliberante porteño. En 1999, su trayectoria fue reconocida en el Teatro Regina por el Instituto Nacional del Teatro que, en nombre de su titular, el actor Lito Cruz, definió a Zucker como "una de las mas grandes figuras de la escena a la que le debemos un agradecimiento muy profundo".
Su última aparición pública fue en el Teatro Cervantes, en el debut mundial de la primera Orquesta de Tango Judíos Argentinos, llamada "Inspiración". En esa ocasión emocionó al publico, cuando desde un palco, interpretó su querido "Garufa".
Sus ojos fueron perdiendo su brillo y apagándose lentamente... A los 82 años, un 13 de mayo de 2003, falleció quien hizo un gran aporte al arte nacional. La muerte cubrió su dulce e interminable sueño en su casa.
Hoy hace un año que sus restos yacen en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita, acompañado siempre de unas solitarias flores frescas. Esperando salir a escena para volver a vivir la misma historia, como dijo alguna vez, orgulloso de sus obras, disfrutando del aplauso.
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